lunes, 13 de agosto de 2012

El Gran Gigante Bonachón (pseudónimo)


#SIN TÍTULO


            Mateo es el tipo de adolescente “perfecto” para la sociedad. Ama el deporte y está en muy buena forma, es buen amigo de sus amigos, amable, simpático e inteligente. No va demasiado de fiesta, y cuando lo hace controla lo que bebe. No se droga y no se mete en problemas. Ayuda en casa e intenta ayudar a otras personas siempre que puede.  Es sincero, tolerante, honesto, responsable y respeta siempre a los demás. Además es creyente y practica su religión yendo al templo de vez en cuando, orando en casa y llevando una vida acorde a los valores y principios que le han enseñado.
            Un día mientras paseaba por las afueras de su pueblo, vio un rosal precioso en lo alto de una colina. El acceso a él no era demasiado difícil, y sin embargo nadie había cogido ninguna de sus rosas. Se quedó un rato mirándolo y aunque tenía ganas de quitarle una de las flores finalmente decidió irse, pensando que no estaba bien coger lo que no era suyo sin permiso. Unos días más tarde volvió a pasar por el mismo sitio y allí seguían todas y cada una de las rosas de la vez anterior. Aquellas que antes estaban abriéndose, ahora lucían en todo su esplendor; mientras que las que aún estaban cerradas la primera vez comenzaban ya a mostrar sus hojas al hermano Sol. Mateo tenía unas ganas enormes de conseguir una de ellas, pero de la misma manera que el primer día, decidió seguir su camino, aceptando que nunca las conseguiría.
            Pasó por allí muchos más días hasta que una tarde paró su bicicleta, la dejó tirada en el suelo y comenzó a escalar la pared que le separaba de la planta. Se manchó los pantalones y se lastimó en las manos, pero consiguió acceder a lo más alto de la colina. Para su sorpresa, al lado del rosal había un monje vestido con el hábito del monasterio cercano a su casa, sentado sobre una manta estirada en la hierba y con los ojos cerrados. Desde allí tenía una vista privilegiada del valle y sus alrededores, pero para verlo a él había que escalar hasta la cima. Mateo se quedó quieto, sin saber qué hacer, mirando a aquel hombre, cuando pasados unos segundos éste dijo: “Ya has aguantado más que la mayoría. Casi todos los que vienen a por una flor se van nada más ver que hay alguien vigilando el rosal”. El chico era incapaz de articular ni una sola palabra del shock que le había producido encontrarse al hombre cuando iba a robar una flor y que le estuviera hablando aún con los ojos cerrados.  “Siento haberle molestado, y le pido disculpas por intentar robarle una de sus flores” fue todo lo que alcanzó a decir. El monje, sin mover ni un pelo, le respondió: “Puedes coger tantas flores como quieras, pues son fruto de nuestra madre Tierra y ella no te pedirá nada a cambio. El único aspecto que debes meditar es si prefieres llevarte una de estas rosas que yo he regado, podado y mimado, o plantar un rosal en tu casa y verlo crecer, cuidarlo y poder tener el orgullo que yo tengo de hacer a muchos hombres escalar una colina para llevarse una simple flor”. Sin más, Mateo le dio las gracias y se fue colina abajo con la convicción de poner en su día a día las buenas acciones que, aún por el camino más largo y difícil, le dieran la satisfacción del trabajo bien hecho y  llenaran su vida de paz y felicidad, justo lo que tenía aquel monje.

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El Gran Gigante Bonachón: nacido en 1991 en algún lugar del norte de Galicia. Estudiante de Medicina en Santiago de Compostela, pero gran amante de las letras. 


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