viernes, 13 de abril de 2012

Jorge B. Ferro

Qué lejos nos quedaba el olvido. Qué pronto se hacía de noche.
Habíamos probado a pasar las horas pensando, los dos en silencio, queriendo besarnos. Yo a tu derecha, mirando aquel estropeado mueble de los años 60,  y tú con los ojos cerrados, esperando un abrazo.
La espera se nos hizo eterna, y el silencio, abrumador. Yo tarareaba incomprensibles melodías anticuadas. Tú tan sólo sonreías atontada.
     - ¿Qué pasa? 
     - Nada–me dijiste-. Me haces gracia.
No solía contestarle casi nunca. No a esas cosas. Nos pasaban a menudo.
El tiempo nos comía bajo el humo denso que salía de tu boca. Y la ventana abierta parecía una sonata de Scarlatti. Los minutos que pasaban asustaban a los que quedaban por venir, y a punto de rompernos te miré a los ojos. 
     - Algún día me odiarás, justo antes de saber que me querías demasiado. No querrás volver a verme…
No me contestó. O no en palabras. Con esa tímida sonrisa al óleo me besó en los labios, apretándolos contra los suyos, afirmando la obviedad. Nos asustamos con los ojos rojos, y como Byrd, disfrutamos de la propia Fantasía. 
Las camas separadas eran pobres y pasaban frío, envueltas en viejas mantas de color longevidad. La lámpara de gas nos adormilaba con su fuga, y su luz, tenue y apagada, hacía de tus sombras una obra de Picasso.
Recorríamos fronteras con las yemas de los dedos, nos dejábamos llevar. En silencio y apagados descansabas en mi pecho, apretando fuerte al respirar.
     - No quiero que te vayas. –susurraste-. No me dejes sola nunca más.
     - Te prometería las estrellas si pudiera, pero no nos servirían de nada tan distantes. Quédate con esto, y si me marcho, aférrate al saber que te quería.

Vivíamos de tarde, a las 6. Yo esperaba bajo aquellos soportales grises. Tú llegabas puntual de vez en cuando. Nos mojamos tantas veces que acabamos resfriados, pidiéndole la hora a los recreos.
Paseando me cogías de la mano y me soltabas, luego te reías sola. Te abrazaba y me metía con tus gorros, que en el fondo me gustaban. Los vaqueros rotos y tus ojos diferentes a los treinta, besos empapados en sudor.
Me marché. Y más tarde, te vi de copiloto en bicicletas para dos.

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Jorge Baldomero Ferro Canabal, nacido el 6 de agosto de 1992 en Santiago de Compostela, Galicia, España, es un estudiante universitario de la EUE Povisa y el  escritor y editor del blog Ferroycamaparados.blogspot.com. Cuenta a su vez con publicaciones en  las revistas: El Importuno, Amateurs Hotel y Spitting Essence.

Síguelo en: http://ferroycamaparados.blogspot.com.es/

2 comentarios:

  1. No conozco Galícia,pero después de leer una cosa tan hermosa como esta,me parece que el lugar es dígno para inspirar cosas tan preciosas como este texto.Grácias por compartir estos textos.

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  2. Muchísimas gracias. Estamos encantados de compartir nuestros relatos con vosotros, un abrazo.

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